
Cómo me gusta el ceviche. Es fresco, saludable y se lleva muy bien con el mar, el sol, l@s amig@s, las cervezas bien heladas con y SIN. Se puede cocinar de diferentes maneras: de pescado, mixto (pescado y camarón, por ejemplo) o de mariscos. Voy a poner la receta del más simple y que hago a menudo:
Ingredientes:
½ kilo de Sierra (o Rape.)
5 tomates.
1 cebolla.
4 limones.
Unas hojitas de cilantro (o perejil.)
Tres cucharadas de aceite de oliva.
Sal y pimienta.
Preparación:
Cortas el pescado en trozos pequeños (como dados) le agregas el jugo de los limones dejándolo reposar una o dos horas. De esa manera el pescado se cuece.
Mientras tanto se pica la cebolla, el tomate y el cilantro. Se revuelven todos los ingredientes añadiéndoles sal y pimienta al gusto. A veces le pongo aceitunas. ¡Ah! No se olviden del aceite de oliva. (Hay quienes le escurren un poco del limón que coció al pescado, pero yo no, a mí me gusta el sabor acidito.)
Lo sirvo compañado con galletas saladas, guacamole y ¡a disfrutar!
Pero no era del ceviche comestible de quien quería hablar, sino del Monumento al Ceviche que tenemos en Cancún… Punto de reunión de los futboleros, de las personas que inician marchas o manifestaciones, el lugar ideal para encontrarte con alguien, etcétera. Está hecho por Lorraine Pinto, neoyorquina. Es de fibra de vidrio y ocupa el lugar más importante en la ciudad, justo donde convergen las avenidas Tulum y Cobá. Y está allí desde el 12 de octubre de 1994.
El Ceviche ya dio lo que tenía que dar (a quienes lo pusieron allí). Es tiempo de cambiarlo. Reubicarlo, si quieres. En su lugar quedaría muy bien una fuente, unas palmeras y tal vez con una pirámide a escala. Algo digno, discreto, elegante. Dejemos ya las alegorías a un lado.
¡Dejemos el ceviche para la comida!